¿Por qué se bautizan los barcos con una botella de champán?

¿Por qué se bautizan los barcos con una botella de champán?

Desde sacrificios rituales hasta la actual tradición de romper botellas en el casco, la práctica de la botadura de los barcos se remonta a la época griega

El barco que no haya probado vino probará sangre, advierte un antiguo proverbio británico. Este dicho representa una tradición ancestral de los marinos. Ya desde la época griega se derramaba sangre de los sacrificios para asegurar la benevolencia de los dioses hacia la embarcación en alta mar. Con el paso del tiempo, la sangre fue reemplazada por vino, y más tarde por champán. Pero, ¿de dónde proviene esta tradición de bautizar los barcos antes de ponerlos en servicio?

Este rito ha ido evolucionando junto con las civilizaciones hasta la actualidad, en el que el bautismo de un barco se ha convertido en una norma no escrita de obligado cumplimiento en el ámbito marítimo. Las supersticiones se han extendido a lo largo del tiempo para aquellos barcos que no habían respetado la tradición de la botadura. Uno de los casos más emblemáticos es cuando, en 1911, White Star Line decidió lanzar el ‘Titanic’ al mar sin haber previamente realizado su bautizo tradicional.

Antiguamente, la primera vez que un barco tocaba el mar era motivo de celebración. Esta tradición surgió para evitar que el mar se pudiese cobrar tributos humanos o incluso que el barco se fuese a pique durante la travesía. También hay quien sostiene que es una manera “elegante y ceremoniosa” de comprobar la resistencia del casco del buque. Juzguen ustedes mismos.

En Babilonia, sacrificaban un buey, los turcos una oveja, y los vikingos bautizaban sus barcos con sangre humana. A lo largo de los siglos XVIII y XIX, en Francia se estilaba inaugurar los barcos con ritos cercanos al matrimonio o al bautismo. En la India, se realizaba una ceremonia ‘puja’, un ritual hindú dedicado a la adoración de los dioses, para desear suerte a la embarcación y a sus marinos. En Japón, se lanzaban hachas para ahuyentar el mal. En todo caso, la ceremonia se originó a partir de costumbres paganas que, con el tiempo, acabó adoptándose en nuestra sociedad moderna.

Esta tradición surgió para evitar que el mar se pudiese cobrar tributos humanos o que el barco se fuese a pique

El sacramento mantiene hoy día su esencia global, pero en función de la época y el lugar evolucionó hacia un sentido u otro. Por ejemplo, en la India se lanza un coco en vez de una botella contra el casco y en Japón se corta la cuerda de amarre con un hacha única construida para la ocasión, que se ha de llevar siempre a bordo.

EL HÁBITAT DE LOS DIOSES PARA LOS GRIEGOS
El mar ha sido considerado como lugar de incógnitas, en el que se creía que habitaban diferentes dioses a los que se debía honrar para evitar que descargaran su furia sobre los barcos que surcaban las aguas. La imprevisibilidad del mar y la naturaleza caprichosa del viento incrementaba ese significado espiritual cuando los primeros navegantes empezaron a aventurarse lejos de la costa. Cuentan las leyendas que los sacrificios empezaron siendo humanos, posteriormente pasarían a ser de animales y acabaron por sustituirse por ofrendas de alimentos, agua y vino.

Los griegos fueron los primeros que comenzaron a estrellar ánforas de vino contra los cascos en honor al dios del mar, Poseidón. Una costumbre que adoptaron los romanos más tarde y que dedicarían a su dios Neptuno. Otras tradiciones también incluyeron en sus creencias los lanzamientos de agua y vino a los barcos, como los cristianos y judíos, para la bendición de las naves y para contar con la protección de dios, mientras que, en otras civilizaciones, como en el Imperio Otomano, se realizaban sacrificios rituales de animales.

Los griegos comenzaron a estrellar ánforas de vino contra los cascos en honor a Poseidón

Las connotaciones religiosas se han mantenido en las ceremonias del bautismo de los barcos a lo largo del tiempo, sobre todo en aquellos países en los que ha predominado el cristianismo. Según fue avanzando el tiempo, cada país o cultura ha desarrollado su propia manera de hacerlo. Unos rociando de agua bendita todo el barco, otros realizando una misa o un discurso. A partir de estos antecedentes, se fue generalizando dichas prácticas como símbolo de buen augurio para los navegantes.

EL MAL PRESAGIO DEL ‘BARCO NO BAUTIZADO’
Durante la Edad Media, se puso de moda el “apadrinar” los barcos con una personalidad relevante que brindaba desde la borda de la embarcación con una copa de oro y piedras preciosas incrustadas. En 1610, el príncipe de Gales y heredero al trono de Inglaterra y Escocia, Enrique Estuardo, que por aquel entonces contaba tan solo con 16 años, decidió lanzar su copa a la muchedumbre que asistía al acto tras el brindis de inauguración de la embarcación. Este gesto popular siguió reiterándose en otras botaduras, ya que, aquel que conseguía atraparla, se quedaba con ella. 

En la Edad Media, se tiraba desde la embarcación una copa de oro y piedras preciosas tras realizar un brindis

Desafortunadamente, a finales del siglo XVII, el ritmo de construcción de barcos en Inglaterra era tan elevado que no salía rentable lanzar esas copas de alto valor, que por otro lado provocaban numerosas peleas entre el público. La primera prueba documentada sobre la utilización de una botella y que esta se rompiera sobre el casco data de 1797. Durante el bautizo del ‘USS Constitution’, una de las primeras fragatas de la Armada de los Estados Unidos, su capitán, James Sever, rompió una botella de vino de madeira contra el mástil de proa en el puerto de Boston.

La forma más habitual de romper la botella era agarrándola por el cuello boca abajo, y golpeándola fuertemente contra el casco. No obstante, cuando niños de corta edad, adolescentes o mujeres que no tenían fuerza suficiente apadrinaban las embarcaciones, se optó por atarla a una cuerda que salía de uno de los mástiles para poder coger impulso y lanzarla desde cierta distancia contra el buque. El cambio del vino por el champán es una costumbre relativamente reciente. El uso de esta bebida espumosa se extendió por ser de mayor pedigrí. Durante el siglo XX, en diferentes lugares se volvió a prescindir del champán, como por ejemplo durante la etapa de la Ley Seca en Estados Unidos, en que se utilizó sidra, o en España, que durante el franquismo se optó por promocionar el vino de Jerez.

Existen diferentes supersticiones relacionadas con esta ceremonia. Una es que el nombre con el que se bautiza a una nave no se le puede volver a cambiar. Y la otra, que si la botella no se rompe al golpear contra el barco es un mal presagio, además de que el barco será considerado como “no bautizado”. Por ejemplo, en 2007, la duquesa de Cornwall fracasó en su intento de romper la botella y días después, casi 80 de los tripulantes contrajeron una enfermedad estomacal a la que denominaron ‘La maldición de Camila’. La botella con la que se bautizó el crucero ‘Costa Concordia’, el crucero italiano que encalló frente a la isla de Giglio (Italia), tampoco llegó a romperse.

Aunque la tecnología actual ha mecanizado totalmente el proceso, en algunas ocasiones todavía se mantiene la costumbre de estrellar la botella manualmente. En las naves pequeñas se suele proceder al bautizo derramando el líquido por la cubierta, directamente desde la botella. Sea como fuere, aún se mantiene una tradición, creencia o superstición como esta en tiempos de una incipiente robotización masiva. Confiemos en que persista y la tecnología no pueda arrebatarnos una tradición como esta, que nace fruto de algo tan humano, irracional y necesario para el progreso como el miedo a la desconocido.

Fuente: El Mercantil

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